La pintura de Salomé Monfort respira una cierta calma, a la vez que un constante dinamismo, que deviene en una obra vibrante y sugestiva.
En efecto, su pintura participa de una plasticidad sobria en tonalidades, alternando pinceladas rápidas de ejecución con un empaste más denso y colorido más intenso. Una obra de gran fuerza expresiva, llena de emoción y pasión creadora.
Es una obra reflexiva, a la vez que temperamental; en constante lucha por expresar sus sentimientos de artista.
El trazo impresionista de Salomé Monfort y sus paisajes marinos nos llevan a lugares en los que se respira libertad, donde los horizontes se desdibujan, dejando claro que nada tiene fin y que todo es posible.